Síntesis
biográfica
Nacido
en Alajuela el 4 de enero de 1867 hijo de Isabel Guardia Gutiérrez y del
historiador León Fernández Bonilla. Miembro de una familia acomodada, indagó en
dicha identidad nacional desde una posición ideológica que fue variando a lo
largo de su trayectoria intelectual.
Fue
Secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas de 1909 a 1910 y
Secretario de la Legación de Costa Rica en Europa (1885-1889) y Encargado de
Negocios “ad interim” en España (1886-1887). Desde 1897 a 1901 Primer
Secretario de la Legación en Europa . Participó como Ministro en misión
espacial en Italiaen 1900 y Ministro en misión espacial en Honduras en 1904.
Fue Agente confidencial de Costa Rica en los Estados Unidos en 1917 y Ministro
en misión especial en Panamá (1920) y en México (1921). Fue Cónsul General en
España (1929-1930) y Ministro Plenipotenciario de Costa Rica en Guatemala
(1944-1945).
Trayectoria literaria
Inició
su vasta producción, literaria con la publicación del cuento Tapaligui, en
1892, en la Revista de Costa Rica, obra que, curiosamente, no ha sido
debidamente mencionada por numerosos historiadores de la literatura
costarricense. Autor de una brillante y variada producción literaria que le
convirtió en uno de los principales animadores de la vida cultural de su nación
a finales del siglo XIX y comienzos de la centuria siguiente, formó parte de
una fecunda generación de escritores empecinados en contribuir desde la parcela
literaria a la consolidación de la identidad nacional costarriqueña.
Identificado con el nacimiento del realismo literario y del teatro costarricense, con una obra merecedora del puesto de primer autor clásico de Costa Rica. Fue seguidor de lo mejor de la tradición literaria española y francesa. Entre estos autores preocupados por la afirmación o la negación de unas claves literarias específicas del territorio nacional, destacaron, además del propio Ricardo Fernández Guardia, otros escritores tan notables como el poeta Aquileo J. Echeverría y su primo, el narrador costumbrista Manuel González Zeledón, a los que hay que añadir otros nombres señeros de las Letras costarricenses, como los de José María Alfaro Cooper, Carlos Gagini y Jenaro Cardona.
Frente a esta postura, Gagini afirmaba que los asuntos específicos de la realidad del país, sumados a su tradición cultural, podían dar pie a una literatura costarriqueña propiamente dicha (es decir, a una especificidad literaria que sería un ingrediente más de esa buscada identidad nacional).
Opinión
teórica
Aportó
a su opinión teórica una excelente «opera prima literaria» en la que seguía con
entusiasmo la estela estética del parnasianismo francés y el modernismo
hispanoamericano, dando a entender con ello que las claves creativas de los
autores de Costa Rica pasaban, necesariamente, por una apertura cosmopolita
hacia los principales focos culturales de todo el mundo. Se trata del volumen
de relatos titulado Hojarasca (San José: Tipografía Nacional, 1894), obra que,
convertida en una especie de emblema del cosmopolitismo costarricense, situó a
su autor a la cabeza de los artistas e intelectuales contrarios al proyecto
nacionalista y tradicionalista de Gagini.
Magdalena, comedia costumbrista donde el autor de Alajuela puso en las tablas a un personaje femenino cuyo discurso progresista y feminista supone un grito de modernidad que resulta estridente en los oídos de una sociedad conservadora demasiado apegada todavía a las convenciones sobre el matrimonio y la familia
Con
el paso del tiempo, fue evolucionando hacia tesis menos radicales (más atentas
a las posibilidades literarias de la realidad cotidiana que tenía a su
alrededor), aunque no por ello llegó a aceptar el empleo de algunos
procedimientos de los escritores tradicionalistas que, en su constante búsqueda
de la identidad nacional, recalaron inevitablemente en el costumbrismo (por
ejemplo, el uso del lenguaje regionalista, que por aquel entonces cobró un auge
inusitado entre narradores y lingüistas).
Sin llegar a recurrir a estos localismos extremos, el escritor de Alajuela mostró una faz muy distinta a la de su primera obra en su segunda entrega narrativa, constituida de nuevo por una colección de relatos en los que ya no quedaba rastro alguno del «’’parnasianismo modernista’’».
Este nuevo volumen anunciaba, ya desde su título, una nueva preocupación por la sociedad costarriqueña de la época y un vivo interés por los temas que tocaban directamente a sus compatriotas, hasta el extremo de llegar, en algunos relatos, a la crítica política o al realismo social. Se trata de los titulados Cuentos ticos (San José: Imprenta María V. de Lines, 1901), a los que Fernández Guardia bautizó con el mismo adjetivo que el registro coloquial del habla costarricense reserva para los naturales del país.
Queda patente el giro del autor de Alajuela hacia los temas que conforman la realidad cotidiana de su pueblo, lo que no impide el distanciamiento de la voz narradora, unas veces por medio del empleo de un lenguaje sobrio y depurado, y otras veces mediante un enfoque abiertamente irónico o satírico. La evolución de Fernández Guardia hacia el localismo costumbrista se hizo aún más patente al cabo de un año, cuando se estrenó y publicó su obra teatral titulada Magdalena (San José: Imprenta y Librería Española, 1902), por vía de la cual llevó a los escenarios costarricenses el conflicto estético e ideológico que dividía a los artistas e intelectuales del país.
Incapaz de decantarse claramente en favor de una u otra postura, el autor se convirtió con esta obra en el paradigma de esa oligarquía costarricense que, por un lado, quería abrazar el progreso que venía de la mano del liberalismo económico, mientras que, por otro lado, se resistía tenazmente a perder los privilegios que le garantizaba la tradición.
A partir de 1905 inicia su brillante carrera como historiador con Historia de Costa Rica. El descubrimiento y la conquista, ya no abandonará ese camino hasta su muerte en 1950. A pesar de su vasta obra escrita y de haber incursionado simultáneamente en varios campos de la expresión escrita, su preocupación por la pureza del idioma y la estructuración lógica de la expresión de sus ideas conforman una unidad de estilo sin precedentes en letras costarricenses.
El
5 de febrero de 1950 muere en San José Costa Rica el escritor e historiador
Ricardo Fernández Guardia.
Obras
Fue
autor de varias obras literarias, y del ensayo político El mensaje de 1916, en
el que se criticaban las políticas del Presidente Alfredo González Flores.
Transcurridos más de veinte años después de su muerte, vieron la luz todos sus
relatos incluidos en “La Hojarasca”, “Cuentos ticos” y “La miniatura”, ahora
recopilados bajo el título de Los cuentos de Ricardo Fernández Guardia (San
José: Lehmann, 1971).
Fue tal vez el historiador costarricense más reconocido. Quizás ninguno como él ejerció tanta influencia en la construcción de la imagen del pasado elaborada por los costarricenses, particularmente por medio de la Cartilla histórica de Costa Rica, el texto escolar costarricense que más ediciones ha tenido, desde su aparición desde 1909, hasta hoy.
Su producción historiográfica fue el producto y el reflejo de una época caracterizada por la ausencia de la enseñanza universitaria de la historia, lo que explica, en parte, sus alcances y limites. Algunas de las orientaciones metodológicas que marcaron su quehacer mantienen vigencia: la preocupación por la heurística, y la crítica externa de los documentos. Pero tal vez lo que hace pensar que él mantiene todavía actualidad es que siempre fue un maestro del estilo. Y es que si bien la historia es una ciencia social, es también, según Georges Duby, un "arte literario".
Dentro de sus publicaciones se hallan:
Hojarasca, 1894
Cuentos
Ticos, 1901
Magdalena
(novela), 1902
Historia
de Costa Rica. El descubrimiento y la conquista, 1905
Cartilla
histórica de Costa Rica, 1905
El
mensaje de 1916,
Don
Florencio del Castillo en las cortes de Cádiz, 1918
Reseña
histórica de Talamanca, 1918
La
Miniatura, 1920
Crónicas
Coloniales, 1921
La
independencia, 1928
La
guerra de la liga y la invasión de Quijano, 1934
Cosas
y gentes de antaño, 1935
Morazán
en Costa Rica, 1943
Espigando
en el pasado 1946
El descubrimiento y la conquista
Artículo oririginal: https://www.ecured.cu/Ricardo_Fern%C3%A1ndez_Guardia